04 noviembre 2006

Corrupción urbanística


No soy un experto en temas urbanísticos y no me considero cualificado para proponer medidas que eviten la corrupción. Lo que me interesa fundamentalmente de este asunto es que ejemplifica a la perfección todo aquello que un ciudadano global pretende combatir:

La falta de transparencia. La legislación urbanística es enormemente compleja. Un conjunto heterogéneo de leyes, reglamentos y ordenanzas municipales que sólo están al alcance de los expertos. Este oscurantismo es aprovechado por algunos políticos y constructores para hacer sus turbios manejos al margen de los intereses públicos. No vendría mal una reforma legal que ayudase a clarificar y simplificar el panorama.

La casi nula participación de los ciudadanos. No se cuenta con los ciudadanos para planificar el suelo y la edificación, a pesar de que son la materia de que están hechas las ciudades. Nadie nos pregunta en que ciudades queremos vivir, en qué nos gustaría que se utilizase el suelo que pertenece a nuestro municipio. Es cierto que determinados planemientos deben someterse a un periodo de información pública, pero los hechos demuestran que no es un mecanimo de participación suficiente. En primer lugar, porque la complejidad ya comentada no contribuye precisamente a formar adecuadamente el criterio de los ciudadanos. En segundo lugar, porque las administraciones se plantean este periodo de información como un engorroso trámite legal que no hay más remedio que cumplimentar. No demuestran, así, excesivo entusiasmo en explicarnos con claridad el alcance y los efectos del planeamiento propuesto. Saben, además, que un número importante de alegaciones retrasaría y complicaría el proceso en exceso, probablemente en contra de los intereses de quienes se frotan ya las manos ante la cercana posibilidad de algún sustancioso negocio. Y, por último, porque el control en la fase de planeamiento no impide modificaciones posteriores al mismo que si que escapan definitivamente al control de los ciudadanos.

El enriquecimiento a corto plazo por encima de todo, con sus efectos colaterales de ausencia de planificación y despilfarro de recursos que compromete el desarrollo de las generaciones futuras. La especulación inmobiliaria arroja elevados márgenes empresariales. Resulta un negocio enormemente atractivo para hacer dinero rápido y fácil. Así que conforme a la lógica capitalista del mercado, es normal que esta actividad atraiga cuantiosos capitales ávidos de obtener altas rentabilidades con un riesgo bajo. Es una apuesta sobre seguro. Los resultados ya los conocemos: ciudades que surgen de la noche a la mañana sin que se hayan planificado previamente las necesidades de energía, agua, equipamientos culturales y sanitarios, transportes públicos, etc.; ciudades que crecen desordenadamente mientras permanecen desocupadadas gran número de viviendas en el centro y los barrios antiguos; destrución de la costa; invasión de espacios protegidos, etc. Todo vale con tal de obtener suculentos beneficios. Surge así, una clase empresarial poco formada, acostumbrada a operar con altos márgenes y nada preocupada por la competitividad y la productividad. Lo que vale es hacer negocios y obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible. No importa la carga que trasladamos a las generaciones futuras. Aparentemente todos ganan con el invento. La construcción explica gran parte del crecimiento económico, con la consiguiente disminución del paro y el aumento del consumo. Nada importa que esto lleve aparejado un elevado endeudamiento de las familias. Nada importa que la construcción sea una actividad intensiva en mano de obra que demanda trabajadores poco cualificados, mientras que los más cualificados no encuentran una ocupación que se ajuste a su perfil profesional. Nada importa que los pingües beneficios obtenidos no se reinviertan en Investigación, Desarrollo e Innovación, sino en más suelo y edificaciones, en una especie de huída hacía delante que nadie se atreve a detener por miedo a que se derrumbe por completo el sistema. Nada importa que se destruya el medio ambiente y se malgasten los escasos recursos energéticos e hidrológicos. Nada importa que se destruya suelo agrícola mientras aumenta la dependencia alimentaria del exterior. Nada importa que no se diversifique la economía y no se invierta en otros sectores. En fin, todos los huevos en la misma cesta. Es una apuesta arriesgada para la sociedad.

El mal funcionamiento de las instituciones democráticas y los partidos políticos. Ante los casos de corrupción que van surgiendo, los políticos reaccionan como casi siempre. Prefieren el debate superficial sobre quienes tiene más corruptos en sus filas a ponerse manos a la obra para resolver el problema de fondo. Para apaciguar a la opinión pública, se exhiben fuegos de artificio ofreciendo pactos o sacrificando, con ruido mediático de fondo, a algún correligionario corrupto. Los partidos que son teóricamente el vehículo de participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, nuevamente nos dan la espalda para afanarse en sus disputas de salón con fines electorales. La justicia sigue dando la impresión de llegar siempre tarde, cuando los efectos de la corrupción ya se han extendido demasiado.

Y la corrupción, galopa a sus anchas amenazando con deslegitimar el sistema democrático y creando un peligroso caldo de cultivo para los extremismos de izquierdas o de derechas.

Crisis de valores. Suele decirse que los ciudadanos tienen los políticos que se merecen. La corrupción se hace posible porque miramos para otro lado en muchos casos y hasta los justificamos pensando que nos comportaríamos igual que el corrupto si estuviésemos en su lugar. Nos parece normal que haya cierto nivel de corrupción porque al fin y al cabo somos humanos y está en nuestra naturaleza el aspirar al maximo bienestar posible. De este modo, una especie de sentimiento de culpabilidad colectivo, nos impide ser lo suficientemente duros con los corruptos. Incluso votamos de nuevo a politicos que yan han sido condenados por casos de corrupción. O hasta toleramos que nos roben si ello nos reporta también algún beneficio. Esa fue la actitud de muchos marbellíes que permitieron la corrupción porque de rebote supuso una aparente prosperidad para la zona. Lo cierto es que han acabado endeudados hasta las cejas y el desarrollo futuro del municipio está seriamente comprometido.

En definitiva, más transparencia, participación ciudadana efectiva y real, visión global y a largo plazo, regeneración democrática y recuperación de valores fundamentales. Los principios que defiende un ciudadano global.

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