05 noviembre 2006

El trabajo no es una maldición

"El trabajo no es una maldición, ni siquiera un deber incondicional. El deber de los seres humanos consiste en participar en la construcción de las personas, incluída la suya. Para ello, es necesario, por supuesto, preservar la vida y obtener, por tanto, los bienes necesarios para la realización de nuestros metabolismos: nutrición, energía, seguridad. Si no es posible conseguirlo sin trabajo, este trabajo se convierte, efectivamente, en un deber. Pero si tenemos la suerte de de que esos bienes nos sean ofrecidos por la naturaleza o sean producidos en gran parte por máquinas, no veo en nombre de qué se habría de imponer el trabajo a los hombres.
Me parece una perversión haber hecho del trabajo el origen de la hominización. Se ha confundido, más o menos conscientemente, el trabajo-tortura y la actividad liberadora. La generosidad y la entrega son actitudes más ennoblecedoras que el entusiasmo en el trabajo.
En realidad, para los regímenes totalitarios, la glorificación del trabajo ha sido un buen medio para salvaguardar el orden establecido; mientras están trabajando, los ciudadanos no tienen ganas ni posibilidad de plantearse ni plantear al poder las cuestiones fundamentales. Se dice que la ociosidad es la madre de todos los vicios, pero el exceso de trabajo es es el padre de todas las sumisiones.
Esta negación del papel casi religioso del trabajo no es una apología de la pereza. No trabajar no equivale a estar inactivo; es aprovechar un tiempo disponible para intercambiar, encontrar, reflexionar -sólo o en compañía-, leer, escuchar y crear. En este sentido, un enseñante no trabaja nunca, y tampoco un enseñado. En cambio, su actividad puede fatigarlos mucho; ambas cosas no son incompatibles.
La reducción de la cantidad de trabajo que permite producir los bienes necesarios debería ser acogida como uno de los grandes éxitos de de nuestra imaginación creadora. El que esta reducción provoque el paro es signo de un error fundamental en la organización de nuestra sociedad. El verdadero remedio contra el paro consiste en que no haya trabajo para nadie, pero sí un lugar para todos en la sociedad."
Albert Jacquard, "Pequeña Filosofía para no filósofos"

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