29 noviembre 2006

Negociación, en mi nombre, SI


La realidad inventada

El eslógan de "Negociación en mi nombre, NO", de las primeras manifestaciones de la AVT contra la política antiterrorista del gobierno, se ha transformado después de seis convocatorias en otro mucho más contundente y definitivo: "Rendición en mi nombre, NO".

Se asume por esta asociación de víctimas, que la negociación está abocada con absoluta certeza a la aceptación de las condiciones que impongan los asesinos de ETA. Tales condiciones serían, la legalización de batasuna, el reconocimiento del derecho de autodeterminación, la anexión de Navarra y la excarcelación de los terroristas. A cambio, el gobierno conseguiría el fin de ETA y un triunfo seguro en las próximas elecciones generales.

En definitiva, una claudicación en toda regla con un objetivo partidista e interesado, contrario, por tanto, al sentir mayoritario de los españoles y un acto de desprecio absoluto a la memoria de las víctimas.
Sin embargo, ninguno de las supuestas condiciones se ha cumplido. Batasuna sigue siendo un partido ilegal. El gobierno ha reiterado por activa y por pasiva que el derecho de autodeterminación es contrario a la constitución, y por tanto, innegociable y que la anexión de Navarra sólo es posible por decision de los navarros tal y como recoge el propio texto constitucional. No se ha producido ni una sola excarcelación por motivos diferentes al estricto cumplimiento de las leyes vigentes. Así que los hechos no parecen apoyar las afirmaciones implícitas en el eslogan de la AVT. Además, resulta impensable que un partido político que actúa en contra del sentir mayoritario de los españoles pueda ganar las elecciones, lo que invalida el supuesto interés electoralista del gobierno.
Son, sin embargo, hechos incontestables que no hay víctimas mortales desde hace más de tres años y que la mayor parte de los vascos y de los españoles apoyan la decisión del gobierno de negociar el fin de la violencia terrorista.
Pero nada importan los hechos. Las estrategia basada en presentar como datos ciertos e irrefutables lo que no son más que conjeturas o hipótesis, funciona. El Partido Popular recibe con júbilo las encuestas de intención de voto que, Zaplana, uno de los representantes más excelsos de esta forma de hacer política, exhibe como principal aval de su gestión. El fin justifica los medios.

Una realidad inventada que se convierte en la baza más eficaz de oposición al gobierno y la clave de una próxima victoria electoral.

El papel de las víctimas

Resulta cuando menos curioso que cuando no hay atentados terroristas sea cuando más manifestaciones se han producido. Obviamente, por tanto, las manifestaciones no son, como lo habían sido hasta ahora, actos de repulsa frente a un atentado, sino una expresión de protesta contra la política antiterrorista del gobierno. Y la cara visible de las protestas son las víctimas, que se convierten así, voluntaria o involuntariamente, en instrumentos de oposición política.

Tienen derecho a manifestarse y tienen derecho a protestar contra el gobierno. El problema es que los argumentos que justifican las protestas se apoyan como he señalado, en conjeturas, no en hechos. Tal vez hagan honor al refranero aplicando aquello de que más vale prevenir que curar, asumiendo como cierto que el resultado del proceso será, sin duda, la aceptación de todos los postulados terroristas. Y si la rendición es un hecho, es obvio que se desprecia su dolor. Se cede frente a los terrorista mientras se ningunea a las víctimas. Pero, insisto, esa cesión es únicamente una conjetura que los hechos, no confirman.

Por otra parte, las víctimas no murieron por defender unas determinadas ideas. Desgraciadamente fueron el blanco inocente de la sinrazón terrorista. Las víctimas se comportaron siempre con absoluta dignidad. Jamás opusieron a las armas, el discurso de la venganza y el enfrentamiento. En Euskadi, no hay dos bandos enfrentados abiertamente. Han sido siempre los mismos quienes mataban y podía ser cualquiera el que moría. El único problema vasco es ETA y la única solución posible, su desaparición. No me parece una postura acertada de la AVT abonar, aunque sea de esta manera probablemente involuntaria, la tesis del conflicto o la guerra latente.

Las bazas negociadoras

Es fundamental el apoyo del Partido Popular para acelerar el fin de ETA, pero lo que de verdad es esencial para acabar con el terrorismo es cerrar cualquier posibilidad de vuelta atrás. El convencimiento compartido por la inmensa mayoría, de que el proceso que se ha iniciado es irreversible sería la principal baza negociadora de los demócratas.

Los ciudadanos, y principalmente los ciudadanos vascos deben asumir mayor protagonismo para afirmar con contundencia su apoyo al proceso negociador. Cualquier atisbo de vuelta a las andadas debería ser inmediatamente respondido con una clamorosa protesta por parte de la ciudadanía. No puede confiarse el éxito del proceso exclusivamente a los políticos.

Es en este aspecto en el que debieran centrarse ahora todos lo esfuerzos: mandar a ETA y a su entorno señales inequívocas de que ya no es posible el regreso a las armas; los ciudadanos no van a tolerarlo.

Los partidos políticos debieran alinearse con este espíritu ciudadano y aparcar temporalmente sus discursos de máximos en tanto no se verifique la condición esencial del cese de la actividad terrorista. En este sentido, los nacionalistas podrían moderar sus urgencias soberanistas y afirmar rotundamente que nada puede discutirse si antes no desaparece ETA y los no nacionalistas, comprometerse a colocar sobre el tapete negociador la posibilidad de que sean los vascos quienes decidan su modelo de convivencia con España si, efectivamente, ETA deja de existir.

El fin de un Régimen.

El fin de ETA significa el fin de un régimen político y de convivencia en el País vasco. Por eso será un proceso difícil y llenos de obstáculos. Los principales beneficiarios del régimen actual emplearán todos los recursos a su alcance para evitar el cambio.

ETA es una banda terrorista, que utiliza, por tanto, métodos terroristas. Sería ingenuo pensar que no van a presionar. Habrá desgraciadamente sobresaltos y altibajos. Permitir que cualquier manifestación de violencia se convierta en un motivo para finalizar las negociaciones, es entrar en el juego de los etarras y amplificar la potencial eficacia de sus métodos. Lo único que permitirá culminar con éxito el proceso, será una voluntad mayoritaria, firme e inquebrantable de llevarlo adelante.

En este sentido, el panorama actual se asemeja al vivido en España durante la Transición. El consenso, al que curiosamente apelan constantemente quienes más se oponen ahora a la negociación con ETA, fue posible gracias a las renuncias y cesiones de unos y otros; merced a un esfuerzo negociador basado en el compromiso de todos los implicados de no renunciar bajo ningún concepto, al objetivo de alcanzar un nuevo régimen de libertades. Hubo trágicos sobresaltos y un funesto golpe de estado estuvo a punto de acabar con nuestra incipiente democracia pero nunca se quebró el firme propósito, compartido por la inmensa mayoría de los españoles, de liquidar el régimen franquista.

Los perseguidos por el franquismo renunciaron también a su legítimo derecho de revancha. Resulta curioso como los más beneficiado por ese perdón se oponen ahora a la Ley de la Memoria Histórica, como si los españoles fueramos aún una panda de inmaduros incapaces de mirar de frente y serenamente a su pasado. El gran éxito de la democracia es precisamente, que ahora cualquier melón puede abrirse sin que renazcan los odios del pasado.

Y estos son lo mismos que reclaman ahora una justicia infinita para las víctimas de ETA, con un espíritu de revancha que, como comenté más arriba, las víctimas nunca exhibieron.

Suárez, el gran conductor de la transición escribió lo siguiente en 1995: "La estrategia de la reforma política implicaba dos tácticas y dos tratamientos distintos: unos para los grupos que pretendían la continuidad del régimen anterior, otro para las fuerzas políticas de la entonces llamada oposición. Ambos caminos debían converger en la aprobación de una Constitución elaborada entre todos para que a todos sirviera. Los primeros tenían que aceptar la dialéctica de la reforma política y ello suponía tres decisiones: amnistía que permitiera la reconciliación de todos los españoles; legalización de todos los partidos políticos y sindicatos, y aceptación de unas elecciones generales libres, único medio para que el pueblo español recobrase su soberanía y expresase su voluntad".

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