29 septiembre 2006

Inmigración

Cuando nos enfrentamos a problemas complejos es muy fácil caer en la tentación de la simplificación. Nos vemos desbordados por los acontecimientos y buscamos respuestas que nos ayuden a disminuir nuestra inquietud y a superar nuestras limitaciones.
Por este motivo, la clase política y los intelectuales debieran hacer un especial esfuerzo de prudencia y pedagogía cuando intentan trasladar a la sociedad sus impresiones sobre estos temas complejos, evitando en lo posible las frases sentenciosas, las fórmulas milagrosas o los discursos basados en tópicos y etiquetas.
Sin embargo, una vez más, han demostrado no estar a la altura de las circunstancias.
Los políticos han hecho, básicamente, electoralismo barato. Unos han agitado a las masas intencionadamente, creando alarma y sembrando miedo, con un discurso victimista al que ya nos tienen desgraciadamente acostumbrados. Otros, desbordados por los hechos, han tirado balones fuera minimizando la magnitud del problema y acomodando el discurso al devenir de los acontecimientos. Por último, otros han elegido la vía de desgastar al gobierno central responsabilizándolo en exclusiva del problema por haber decidido una regularización masiva que ha provocado, utilizando una de esas fórmulas simplificadoras que detestamos, un importante "efecto llamada"
Los intelectuales, missing. En Canarias no hay universidad, ni pensadores. Es preferible dejar a los políticos el manejo de la situación. Es mejor que la sociedad asuma sus planteamientos electoralistas. Lo adecuado es que se instalen los modos racistas y xenófobos instigados por el discurso tremendista y populista de algunos, que es el que mejor prende en los momentos de incertidumbre.
Ni una llamada a la reflexión. Ni una sola aportación serena y lúcida que ponga los puntos sobre las íes y centre el debate.

24 septiembre 2006

El último rebuzno


Conferencia de Aznar en Washington

Sobran las palabras.
Es evidente que lo que se está intentando desde la derecha neoliberal es generar una conciencia maniquea en gran parte de la población que considere enemigos a todos los que no compartan su visión. (En su intervención, Aznar recalcó la importancia de que Occidente mantenga sus valores, con un tono similar al del rearme moral lanzado por el entonces presidente de EEUU, Ronald Reagan, en la década de los ochenta. En su opinión, ése es un punto clave, ya que "nos encontramos en un momento de guerra en el que es o nosotros o ellos").
Desaparecida la amenaza comunista es necesario encontrar un nuevo adversario que permita sostener el discurso belicista. La brutal simpleza naif de los argumentos de Aznar es consciente y alevosa. Sabe para qué dice lo que dice. Se trata de ir perfilando los trazos que hagan al enemigo perfectamente reconocible. El enemigo, señores, es el islam. No una pandilla de fanáticos religiosos fundamentalistas, sino todo el islam.
La civilización occidental esta en peligro. Estamos en guerra. Y en la guerra no hay lugar para los matices. La opiniones contrarias son, simplemente, traición. Como fueron traidores en su día los conspiradores comunistas señalados por el macarthismo o los hippies melenudos que protestaron contra la Guerra de Vietnam.
El discurso es tremendamente simplista pero enormemente efectivo: hay una guerra contra un enemigo numeroso y fanatizado que pretende destruir los valores de la civilización occidental. Los neoliberales son los guardianes de occidente, los garantes de nuestro actual sistema de vida. Y los que no piensan de este modo son también enemigos. Su discurso blando y ambiguo da alas a los adversarios. Son unos inconscientes descerebrados que retrasan peligrosamente una respuesta más firme y decidida contra estos locos islamistas.
Hasta el papa echa una mano. Cuesta creer que no fuera consciente de las repercusiones que traerían sus palabras en Ratisbona. La disculpa llegó pronto pero el efecto buscado ya se había producido: el islam se revolvía una vez más con furia contra occidente. "Por qué ceder siempre, por qué callar", se preguntan muchos ciudadanos occidentales. "En nuestros países se puede decir lo que uno quiere cuando quiere. Esos son nuestros valores. Ya es hora de responder con firmeza. No vamos a renunciar a nuestros principios". El choque de civilizaciones se muestra con claridad ante los ojos del mundo. Y es que, seguramente, no fue suficientemente firme la respuesta que se dio con la invasión de Irak o la destrucción del Líbano. Sigue sin haber firmeza contra los palestinos. En fin, hay que preparar el terreno para el próximo objetivo: Irán.
Qué cinismo el de Aznar calificando de estupidez la alianza de civilizaciones. Será porque resulta mucho más racional y efectivo como la terca realidad nos demuestra cada día, promover su enfrentamiento en guerras injustas y disparatadas.
Mi civilización detesta la guerra como medio para resolver los conflictos. Condena la tortura, la pena de muerte y las cárceles secretas. Mi civilización defiende la prensa libre y la libertad de expresión. No tolera la violación de la correspondencia y respeta el secreto de las comunicaciones.
Ustedes, señores neocons, no defienden mi civilización. Mi libertad no va a ceder al chantaje del miedo.

16 septiembre 2006

YESMEN


En la moderna ciencia del management se denomina "yesmen" a los trabajadores que se limitan a seguir las instrucciones de sus jefes o sus empresas sin cuestionarse ninguna decisión, tomar iniciativas o aportar posibles mejoras. Claro que no todos los yesmen son iguales. Después de algunos años de experiencia he podido construir este cuadro de tipologías:
1.- El lameculos (assholekisserman). El tradicional pelota. Conocedor de sus limitaciones, el lameculos se pasa la vida intentando agradar al jefe para conseguir sus favores. Muchos logran sus objetivos y alcanzan puestos de relevancia en la organización.
2.- El simplón (simplemindman). A este le da igual ocho que ochenta. El trabajo es puramente alimenticio. Hace lo que le piden y al final de la jornada desconecta con facilidad pasmosa y se va a casa libre de turbadores pensamientos. Suelen despertar un extraño sentimiento de complicidad en sus jefes.
3.- El desencantado (nowayman). El excombatiente. Antaño, un entusiasta defensor de causas pérdidas se ha convertido en un simplón, aunque revestido de cierta amargura y resentimiento. De cuando en cuando sufre brotes de su antiguo furor incendiario pero la llama se apaga pronto.
4.- El realista (familyman). Le gustaría quejarse, protestar, defender con más vehemencia sus derechos, pero tiene una familia que mantener y una hipoteca que pesa como una losa o... al revés.
5.- El riguroso (honourman). Un profesional como la copa de un pino. El cumplimiento del deber, su deber, es su guía. Le preocupa dar ejemplo, su ejemplo. Un tipo serio y responsable, metódico y tenaz, aunque nada creativo e incapacitado para innovar.
6.- El parásito (suckingman). Vive del cuento. Sus virtudes más reconocidas son su habilidad para el escaqueo y su maestría traspasando marrones. Como el lameculos, suele prosperar en la empresa.
Podemos divertirnos encasillando a nuestros jefes y compañeros en alguna de estas tipologías. Resulta un ejercicio sencillo y reparador. Pero las risas cesan si intentamos catalogarnos a nosotros mismos. Entonces aparecen los matices y las zonas grises. Surgen las justificaciones y las excusas. Y un cierto regusto amargo se apodera de nuestra conciencia.
No existen los puros de espíritu que nunca desfallecen, siempre valientes, íntegros, firmes ante la injusticia e insobornables material o emocionalmente.
No es la pretensión de este artículo, fustigar a los yesmen. Es más, la mayoría son héroes anónimos que a lo largo de los siglos han contribuído al sostenimiento de este tinglado.
La pregunta es si nos gusta ese tinglado, si queremos mantenerlo tal cual está. Podemos intentar cambiar lo que tenemos más cerca. Hallaremos complicidades que no imaginábamos. Y se endulzarán de nuevo nuestras almas.

07 septiembre 2006

La Alternativa

Imagen extraída de: http://www.canariasdigital.org

Cada vez queda menos tiempo para que se genere una alternativa política en Canarias que en las próximas elecciones autonómicas de 2007, pueda competir con los partidos del tripartito: la COCA, el PP y el PSOE.

Hay mucho por hacer, demasiado. Tanto, que aún faltan por definir los cuatro componentes esenciales que necesita un partido político para concurrir con posibilidades de éxito a unas elecciones:

  1. Liderazgo
  2. Mensaje
  3. Organización
  4. Comunicación.

1. Liderazgo. Toda organización política necesita un líder. Alguien relevante, reconocido por el conjunto de los electores, que encarne las ideas del partido. Hay muchas personas en Canarias de enorme valía intelectual y con demostrada capacidad organizativa que podrían asumir este liderazgo. Pero en este particular momento se requiere un líder carismático que ya tenga acreditado un alto prestigio a nivel social. Parece que se está planteando la creación de una gran plataforma electoral que aglutine a los diversos movimientos ciudadanos que se oponen al régimen de la mortadela. No puede convertirse en una jaula de grillos. Aunque la comparación me pone los pelos de punta, esta plataforma necesita su Manuel Hermoso.

2. Mensaje. Una propuesta sólida y coherente que pueda trasladarse a la sociedad con claridad y firmeza. Hay que cambiar de actitud. En los movimientos ciudadanos, lo esencial es la reivindicación de ciertos derechos que se consideran vulnerados por el gobernante de turno o la oposición a determinados proyectos o planes de futuro. Se adopta una postura de protesta o resistencia frente a los mandatarios. Pero si se aspira a gobernar hay que hablar en positivo. Articular respuestas para los problemas de los ciudadanos. En esa probable plataforma electoral, cohabitarán movimientos ciudadanos que plantean cuestiones de muy diversa índole. Se requiere un esfuerzo de generosidad por parte de todos ellos para que sus legítimas reivindicaciones no le resten fuerza o acaben por neutralizar la propuesta en positivo que genere la plataforma.

3. Organización. Sin una estructura organizativa que garantice cierta unidad de acción no es posible actuar en política. Muchos movimientos ciudadanos son asamblearios, profundamente democráticos y participativos. Pero en una campaña electoral y desde luego cuando se gobierna, es necesario tomar decisiones con rapidez y trasladar a la sociedad una imagen de firmeza y seguridad. Ello no quiere decir que deba renunciarse a la democracia interna de la organización. Es claro que entre el asamblearismo más participativo y la férrea disciplina de partido hay soluciones intermedias que pueden ponerse en práctica. Por ejemplo, la transparencia en la gestión. Hay que ser especialmente cuidadoso en asegurar que cualquier ciudadano pueda conocer y entender las claves de funcionamiento de la futura organización. Además, las nuevas tecnologías deben desempeñar un papel muy importante para facilitar la participación ciudadana en la toma de decisiones y en la definición de los objetivos y programas. Por último, es necesario contar con un equipo sólido que apoye y refuerce al líder, integrado por especialistas de prestigio en cada una de las áreas de gobierno.

4. Comunicación. Hay que cuidar la puesta en escena. La imagen debe servir para reforzar nuestro mensaje. Un cierto nivel de espontaneidad como la que caracteriza a los movimientos ciudadanos puede ser un valor positivo para favorecer la comunicación con los electores, pero debe combinarse con la exigencia en el seguimiento de un guión previamente acordado por la organización. Hay que estar preparado para hacer frente al más que previsible acoso mediático a la nueva plataforma, por parte de los medios de comunicación afectos al régimen. Posiblemente dedicarán poco espacio al nuevo partido o descalificarán sus propuestas tildándolas de ingenuas, radicales, ilusorias o impracticables. La mejor estrategia es responder siempre con argumentos, evitar las descalificaciones y los insultos y aprovechar cualquier oportunidad en estos medios para trasladar a la sociedad el mensaje en positivo que comentamos anteriormente. Por último, las nuevas tecnologías ofrecen múltiples oportunidades de comunicación aún insuficientemente explotadas por los partidos tradicionales y que, sin embargo, conocen bien los movimientos ciudadanos. Es un ventaja que no puede desaprovecharse, pero una vez más debe realizarse cierto esfuerzo de generosidad para unificar o dotar de coherencia, los diversos mensajes de estos movimientos que conviven en la red.

06 septiembre 2006

Los Conversos


Como es sabido, se llamó conversos a los judíos que se convirtieron al catolicismo cuando los Reyes Católicos decretaron su expulsión de España en 1492. Como explican muchos historiadores, algunos conversos serían poco después, los más implacables perseguidores de sus antiguos correligionarios, al punto que Fray Tomás de Torquemada, el primer y más terrible Inquisidor General, era de origen judaico.“Los más duros golpes contra Israel vinieron de sus mismos rabinos luego de bautizarse” (Américo Castro).
Es el llamado "furor del converso", una disposición permanente de ánimo que obliga al converso a actuar con malsana inquina contra sus antiguos correligionarios y a convertirse en el más fanático defensor de la nueva fe que abraza.
Parece lógico pensar que la principal causa de este furor es la necesidad de conseguir cuanto antes la confianza de los nuevos compañeros de viaje y eliminar los recelos que normalmente despierta un recién llegado. Pero yo creo que el motivo fundamental es un profundo sentimiento de culpabilidad que atormenta y persigue por siempre al converso. Y es que su transformación no es, en la mayoría de los casos, el fruto de una serena reflexión interior que le lleva a evolucionar hacia otras posiciones ideológicas, sino un viaje forzado por circunstancias externas que su débil carácter no puede asimilar. La conversión es un acto de cobardía, de incoherencia intelectual o puro instinto de supervivencia. Resulta más duro reconocerlo que abrazar con entusiasmo el nuevo credo. Y una vez que la rueda comienza a girar ya es imposible volver atrás y el tormento solo cesa si nunca se detiene.
Me divierte pensar que Federico Jiménez Losantos, uno de nuestros más excelsos conversos actuales, es en el fondo un izquierdista avergonzado atrapado en sus propias contradicciones. Su sentimiento de culpabilidad se retroalimenta cada día, y, en su fuero interior, cree justificable cualquier comportamiento, por muy detestable que sea, que le ayude a superar su crisis de identidad No es más que un pobre Hamster asustado condenado a seguir girando sin parar, subido a su juguete favorito. Dios le bendiga.