24 septiembre 2006

El último rebuzno


Conferencia de Aznar en Washington

Sobran las palabras.
Es evidente que lo que se está intentando desde la derecha neoliberal es generar una conciencia maniquea en gran parte de la población que considere enemigos a todos los que no compartan su visión. (En su intervención, Aznar recalcó la importancia de que Occidente mantenga sus valores, con un tono similar al del rearme moral lanzado por el entonces presidente de EEUU, Ronald Reagan, en la década de los ochenta. En su opinión, ése es un punto clave, ya que "nos encontramos en un momento de guerra en el que es o nosotros o ellos").
Desaparecida la amenaza comunista es necesario encontrar un nuevo adversario que permita sostener el discurso belicista. La brutal simpleza naif de los argumentos de Aznar es consciente y alevosa. Sabe para qué dice lo que dice. Se trata de ir perfilando los trazos que hagan al enemigo perfectamente reconocible. El enemigo, señores, es el islam. No una pandilla de fanáticos religiosos fundamentalistas, sino todo el islam.
La civilización occidental esta en peligro. Estamos en guerra. Y en la guerra no hay lugar para los matices. La opiniones contrarias son, simplemente, traición. Como fueron traidores en su día los conspiradores comunistas señalados por el macarthismo o los hippies melenudos que protestaron contra la Guerra de Vietnam.
El discurso es tremendamente simplista pero enormemente efectivo: hay una guerra contra un enemigo numeroso y fanatizado que pretende destruir los valores de la civilización occidental. Los neoliberales son los guardianes de occidente, los garantes de nuestro actual sistema de vida. Y los que no piensan de este modo son también enemigos. Su discurso blando y ambiguo da alas a los adversarios. Son unos inconscientes descerebrados que retrasan peligrosamente una respuesta más firme y decidida contra estos locos islamistas.
Hasta el papa echa una mano. Cuesta creer que no fuera consciente de las repercusiones que traerían sus palabras en Ratisbona. La disculpa llegó pronto pero el efecto buscado ya se había producido: el islam se revolvía una vez más con furia contra occidente. "Por qué ceder siempre, por qué callar", se preguntan muchos ciudadanos occidentales. "En nuestros países se puede decir lo que uno quiere cuando quiere. Esos son nuestros valores. Ya es hora de responder con firmeza. No vamos a renunciar a nuestros principios". El choque de civilizaciones se muestra con claridad ante los ojos del mundo. Y es que, seguramente, no fue suficientemente firme la respuesta que se dio con la invasión de Irak o la destrucción del Líbano. Sigue sin haber firmeza contra los palestinos. En fin, hay que preparar el terreno para el próximo objetivo: Irán.
Qué cinismo el de Aznar calificando de estupidez la alianza de civilizaciones. Será porque resulta mucho más racional y efectivo como la terca realidad nos demuestra cada día, promover su enfrentamiento en guerras injustas y disparatadas.
Mi civilización detesta la guerra como medio para resolver los conflictos. Condena la tortura, la pena de muerte y las cárceles secretas. Mi civilización defiende la prensa libre y la libertad de expresión. No tolera la violación de la correspondencia y respeta el secreto de las comunicaciones.
Ustedes, señores neocons, no defienden mi civilización. Mi libertad no va a ceder al chantaje del miedo.

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