16 septiembre 2006

YESMEN


En la moderna ciencia del management se denomina "yesmen" a los trabajadores que se limitan a seguir las instrucciones de sus jefes o sus empresas sin cuestionarse ninguna decisión, tomar iniciativas o aportar posibles mejoras. Claro que no todos los yesmen son iguales. Después de algunos años de experiencia he podido construir este cuadro de tipologías:
1.- El lameculos (assholekisserman). El tradicional pelota. Conocedor de sus limitaciones, el lameculos se pasa la vida intentando agradar al jefe para conseguir sus favores. Muchos logran sus objetivos y alcanzan puestos de relevancia en la organización.
2.- El simplón (simplemindman). A este le da igual ocho que ochenta. El trabajo es puramente alimenticio. Hace lo que le piden y al final de la jornada desconecta con facilidad pasmosa y se va a casa libre de turbadores pensamientos. Suelen despertar un extraño sentimiento de complicidad en sus jefes.
3.- El desencantado (nowayman). El excombatiente. Antaño, un entusiasta defensor de causas pérdidas se ha convertido en un simplón, aunque revestido de cierta amargura y resentimiento. De cuando en cuando sufre brotes de su antiguo furor incendiario pero la llama se apaga pronto.
4.- El realista (familyman). Le gustaría quejarse, protestar, defender con más vehemencia sus derechos, pero tiene una familia que mantener y una hipoteca que pesa como una losa o... al revés.
5.- El riguroso (honourman). Un profesional como la copa de un pino. El cumplimiento del deber, su deber, es su guía. Le preocupa dar ejemplo, su ejemplo. Un tipo serio y responsable, metódico y tenaz, aunque nada creativo e incapacitado para innovar.
6.- El parásito (suckingman). Vive del cuento. Sus virtudes más reconocidas son su habilidad para el escaqueo y su maestría traspasando marrones. Como el lameculos, suele prosperar en la empresa.
Podemos divertirnos encasillando a nuestros jefes y compañeros en alguna de estas tipologías. Resulta un ejercicio sencillo y reparador. Pero las risas cesan si intentamos catalogarnos a nosotros mismos. Entonces aparecen los matices y las zonas grises. Surgen las justificaciones y las excusas. Y un cierto regusto amargo se apodera de nuestra conciencia.
No existen los puros de espíritu que nunca desfallecen, siempre valientes, íntegros, firmes ante la injusticia e insobornables material o emocionalmente.
No es la pretensión de este artículo, fustigar a los yesmen. Es más, la mayoría son héroes anónimos que a lo largo de los siglos han contribuído al sostenimiento de este tinglado.
La pregunta es si nos gusta ese tinglado, si queremos mantenerlo tal cual está. Podemos intentar cambiar lo que tenemos más cerca. Hallaremos complicidades que no imaginábamos. Y se endulzarán de nuevo nuestras almas.

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