11 octubre 2006

Adiós al LIMBO

El Papa cierra las puertas del Limbo

Es una pena.
El limbo es el lugar donde habitan las contradicciones, las dudas, los deseos incumplidos, las frustraciones.
Es el reino del claroscuro y los matices.
A él van los genios incomprendidos, los perdedores, los amantes no correspondidos y los amantes desengañados.
Es el destino de las almas rebeldes e inconformistas, de los inadaptados y de los atrevidos. Es la morada de los quijotes y los aventureros.
El limbo se me asemeja a uno de esos bares cutres y apartados, en medio de un larga carretera que conduce a cualquier sitio o a ninguno. Siempre suena una sensual melodía de jazz, una canción de Tom Waits o un bolero triste y desgarrado y, de cuando en cuando, rock duro y letras irreverentes a ritmo de ska. Es un lugar en ninguna parte.
En el purgatorio, las almas arrepentidas pagan penitencia por sus pecados pero al limbo van las que quieren. Las que prefieren seguir haciéndose preguntas o las que necesitan emociones fuertes. Las que no esperan castigos o recompensas.
En el limbo las almas siguen aferrándose a la vida. Las que han ido al cielo o al infierno hace tiempo que aceptan que están muertas.
Es el final. Un final eterno.

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