07 octubre 2006

Nacionalcaciquismo


Soy perro viejo y no van a engañarme. Prefiero descubrir los matices y por eso huyo de los discursos maniqueos. Prefiero buscar los puntos de encuentro a profundizar en las heridas o agitar el conflicto.
Parece que no son suficientes las barbaridades que se han cometido y se siguen cometiendo en nombre de la nación, la raza, la religión. Al fin y al cabo, artificios intelectuales, invenciones que se situan por encima de su creador y acaban por someterlo y aniquilarlo. La respuesta es el hombre. Lo ha sido siempre.
Algunos opinan que Canarias es una colonia, que una potencia extranjera la invadió, sometió a sus pobladores y expolió sus recursos naturales. Antes de que se cometieran tales atrocidades, el pueblo guanche, orgulloso y altivo, vivía en paz en una tierra amable y generosa, en armonía con su dios y la naturaleza. La metrópoli arrasó aquel universo ideal. Pero en los corazones canarios permanece aún el recuerdo de aquella ofensa. Y cuando recobre la conciencia del pueblo que fue, renacerá nuevamente orgulloso y altivo para romper las cadenas y recuperar su libertad.
Tengo la sensación de que bastantes lectores, los más sensibles y emotivos, se sentirán identificados con esta romántica interpretación de la historia. Aunque no sean canarios, reconocerán en ella la experiencia de sus pueblos y se sentirán confortados al saber que muchos comparten sus sentimientos. Porque hablamos justamente de eso, de sentimientos. Resulta paradójico que lo que expresamos como una emoción íntima sirva para agitar tantas voluntades en tantos sitios diferentes. Lo saben bien expertos manipuladores y agitadores que con especial maestría han pescado históricamente muy bien en estas aguas revueltas.
Claro que los hechos, implacables y tercos, vendrán, como siempre y sin ser invitados, a aguarnos la fiesta. Nos mostrarán una realidad que no difiere mucho de la de los europeos occidentales. Gente que pasa de la política, centrada en su trabajo y en su familia. Gente agobiada por el tráfico y preocupada por llegar a fin de mes. Gente que sueña con su próxima compra mientras degusta su hamburguesa favorita en un Mc Donald. Gente que en su reciente papel de nuevo rico disfruta orgullosa de las comodidades occidentales. Gente escasamente solidaria que olvida a fuerza de talonario, las desgracias ajenas. Gente que imita a gente. Nadie diría que son un pueblo sometido. No, hasta que aparece el menor atisbo de incertidumbre.
Entonces, ya se sabe, a río revuelto ganancia de pescadores. Toca buscar culpables. Un buen chivo expiatorio que oculte nuestras miserias y desvíe las miradas acusatorias. El mensaje interesado se dirigirá sobre todo a los que se descuelgan del sistema. A esa masa dúctil y desideologizada que ve amenazada su privilegiada existencia. A los que se sienten al borde del abismo y temen quedar marginados. Los responsables políticos y los medios de comunicacion agitarán el discurso colonialista: vale igual para un roto que para un descosido. Nos desprecian. Pasan de nosotros. Sólo les interesa nuestro dinero (ahora somos ricos). Y ellos, los de siempre, saldrán victoriosos del envite. Y la gente; la gente seguirá imitando a gente.
Pero el rollo colonialista sólo sirve ante las crisis importantes; cuando hay miedo y confusión. En tiempos menos convulsos, resulta más creíble un discurso moderado. Además, insisto, ya somos ricos e importantes. Siendo europeos de primera resulta denigrante asemejar nuestra historia a la de las antiguas colonias africanas o americanas. Faltaría más. Así que se baja un peldaño y nos hacemos nacionalistas. Eso sí, nacionalistas light, no se nos vaya a ir el asunto de las manos. Interesa fundamentalmente la defensa de nuestros intereses económicos. Y por eso, nos convertimos en un alarde de ingenio y monumental cinismo, a pesar de recibir doce millones de turistas cada año, en un Remoto Archipiélago Atlántico, Fragmentado y Ultraperiférico. En fin, abandonado a su suerte y dejado de la mano de dios. Y esa situación de víctima exige obviamente compensaciones importantes en forma de ventajas fiscales, y subvenciones, muchas subvenciones.
Pero no conviene olvidar que la economía es una ciencia oscura y no está al alcance del común de los mortales. No excita ni moviliza. Hay que adornar el mensaje con ribetes emocionales. Un poquito de folklore por aquí, una academia de la lengua por allá, una nueva interpretación de la historia por acuyá. Y bueno, la gente; la gente seguirá imitando a gente. Y seguirá mirando para otro lado mientras destrozan su territorio. Que paradójico, ellos, los nacionalistas, los que más defienden su tierra única. El territorio, lo único real y tangible. Lo único que como pueblo, esa gente, mi gente, podrá ofrecer a sus hijos. Y unos pocos exhibirán ufanos sus bolsillos abultados, orgullosos de haber sido los más astutos, los que mejor aprovecharon el momento.
Y yo seguiré sintiéndome como un huesped en mi propia casa. Me consolaré creyendo que algunos andaluces o gallegos o catalanes se sienten igualmente desplazados. Hace tiempo que conocen al cacique. Siempre ha gobernado. Es toledano o de Soria, es canario o de Jaén. Que más da.
Como diría Aznar, no creo que los caciques estén en desiertos muy remotos o en montañas muy lejanas. Están bien cerca. El veneno lo tenemos en casa.
Así que ni colonialismo, ni nacionalimo, ni machangadas. Caciquismo puro y duro. O si lo prefieren "Nacionalcaciquismo".

0 Comments: