29 octubre 2006

Felicidades

Aunque aceptar la derrota no esté entre las virtudes de quienes están acostumbrados a salirse con la suya, el evidente fracaso de la manifestación de este domingo debería obligar a más de uno a revisar sus estrategias. Esta vez no ha bastado la amplia cobertura mediática del grupo El Día, ni el habitual discurso oportunista de algunos políticos aprovechando la crisis de los cayucos.
Pero muchos se han retratado con esta manifestación. Que conste que no olvidaremos las actitudes y los pronunciamientos previos a la misma (benditas hemerotecas).

Creo poder anticipar algunas reacciones:

Los convocantes, exhibirán un patético victimismo. En una sobreactuada demostración de coherencia intelectual, dirán que su profundo amor a la patria les impulsará a defender por siempre sus convicciones, aunque el pueblo, confundido por los enemigos de la patria, les haya dado la espalda en esta ocasión. De hecho, amenazan con nuevas convocatorias. Reprocharán a quienes se atrevieron a criticarlos sin piedad al punto de amenazar sus puestos de trabajo. El cargo de asesor, que yo sepa, se ejerce en virtud del nombramiento de un político a cuyo ejercicio se vincula el cargo. Si alguna amenaza se cierne sobre el puesto de trabajo de estos señores es, en su caso, el cese o la despedida de Miguel Zerolo. Lo que no cabe es negar la evidencia y pretender que no se aluda al cargo político de los convocantes por parte de quienes se opusieron a la manifestación. Creo que todos somos mayorcitos y cada palo que aguante su vela.

Dirán que las voces contrarias a la manifestación eran muy poderosas y estaban bien coordinadas y dirigidas por intereses que en última instancia solo persiguen perjudicar a los tinerfeños. En fin, la vieja táctica de arrojar mierda sobre los otros para eludir las propias responsabilidades. Está muy visto.

Dirán que el pueblo no está aún concienciado de la magnitud del problema de la inmigración, pero que acabarán triunfando porque los hechos vendrán a otorgarles, tarde o temprano, la razón. Quien sabe, siempre cabe la esperanza de que las cosas se tornen a nuestro favor aunque sea sólo mínimamente (ya se encargarán nuestros aliados mediáticos de cargar las tintas), y entonces renaceremos victoriosos de nuestras cenizas (¿lo ven?, ya lo decíamos nosotros). También muy visto.

Los partidos políticos que apoyaron abiertamente la protesta (Partido Nacionalista Canario, Centro Canario y la ultraderechista Democracia Nacional) argumentarán que el ruido mediático de la oposición tildando de racista y xenófoba la convocatoria, ha acabado por confundir a los nobles ciudadanos, aunque saben que estos, son en su mayoría partidarios del control poblacional que era, en definitiva, el motivo fundamental de la manifestación. Sus torpes asesores de campaña, si es que los tienen, se devanarán los sesos a partir de mañana en busca de reclamos electorales más rentables. Quien sabe, puede resultar interesante. Tal vez en su desesperación por arañar votos acaben por cometer alguna imprudencia que saque a la luz jugosas corruptelas de los partidos rivales. En cualquier caso, está claro que la defensa de algunas causas obliga, en ocasiones, a compartir el escenario con incómodos compañeros de viaje.

Los partidos que actuaron con una calculada ambigüedad (Coalición Canaria y Partido Popular), alabarán la madurez del pueblo tinerfeño, que una vez más ha demostrado su carácter abierto y hospitalario frente a quienes anticipaban multitudinarias demostraciones de racismo y xenofobia. Lamentarán, eso sí, privadamente, que no hayan sido capaces de colocar en el centro del debate político la discusión sobre una hipotética ley de residencia, lo que les hubiera venido de perlas de cara a la futuras elecciones autonómicas. A partir de ahora, leña al mono. La nueva estrategia electoral un vez agotado el filón de la inmigración, se centrará en desacreditar a los líderes rivales. Nos espera un final de legislatura apasionante.

Miguel Zerolo, que exponía mucho más que su partido, teniendo en cuenta que los convocantes eran sus asesores políticos, lamentará su derrota en silencio y alejado de los micrófonos, esperando a que pase la tormenta, y no sin antes acariciar cariacontecido, el lomo de sus atribulados asesores mamporreros. Que sepa que esta vez tendrá más complicado escapar por la tangente.

El Día culpará del fracaso a los poderes fácticos de la isla vecina que una vez más han confundido a la ciudadanía tinerfeña. Los periodistas más significados de su Grupo de comunicación, aumentarán si cabe la intensidad de sus insultos y en una disparatada huída hacia delante, no dejarán títere con cabeza. Igual, algunas antiguas alabanzas al pueblo tinerfeño se tornan ahora en velados reproches a su "inmadurez". Cuando el pueblo no sigue nuestras consignas permitannos dudar de su responsabilidad. Ya se sabe, es duro dejar de ser el guía espiritual de los tinerfeños, el vigía infatigable de sus siempre amenazados intereses. Yo espero sinceramente que hagan una reflexión serena y lúcida, y que el grupo El Día vuelva por fin a la senda de la cordura que abandonó hace ya algún tiempo por culpa del delirio paranoico de un venerable anciano.

Aunque, la estrategia más socorrida será sin duda la de negar la mayor. Dirán que la manifestación ha sido un éxito y punto. En fin, un paso más en el camino hacia la absoluta pérdida de credibilidad de todos estos farsantes.

Lo habíamos dicho. Somos más y somos mejores. Felicidades.

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