19 agosto 2006

La Paz y el Precio Político


Estoy de acuerdo, no puede hablarse de proceso de paz porque no ha habido guerra. No ha habido dos bandos enfrentados luchando abiertamente por un territorio o unas ideas. Tan sólo un grupo de matones independentistas descerebrados que han matado cobardemente a hombres, mujeres y niños cuyo único delito era representar al que ellos consideran el estado centralista opresor. Gudaris de una patria ideal históricamente inexistente.
Las víctimas no murieron por oponerse a la independencia del pueblo vasco o para evitar la quiebra del estado español. Fueron el blanco inocente de la locura fanática de unos racistas visionarios. No se organizaron para combatir a los terroristas formando otro grupo armado que pudiera hacerles frente con sus mismas armas y satisfacer así una hipotética sed de venganza que, por otra parte, nunca demostraron tener. Al contrario, exhibieron una enorme generosidad con los matones, que pudieron defender libremente sus ideas concurriendo a sucesivas elecciones en las que nunca rebasaron el 20% de los votos. A pesar de esta evidencia democrática estos asesinos manipuladores siguen reclamando el derecho de autodeterminación del pueblo vasco, como si este no se hubiese pronunciado ya en múltiples consultas electorales. Las víctimas soportaron el desprecio y la complicidad del silencio de gran parte de la sociedad y no se revolvieron con furia cuando comenzaron a sentirse más fuertes por el apoyo creciente de quienes antes habían callado vergonzosamente.
No entiendo cuál es la definición y los límites de lo que llaman precio político. Si defendemos la libertad y la democracia, permitir que las ideas independentistas se defiendan libremente y sin el chantaje permanente de la violencia no puede constituir el pago de precio político alguno. La víctimas, insisto, no murieron por oponerse a esta posibilidad. Tampoco significa pagar un precio político intentar el diálogo para acabar con el terrorismo si los acuerdos que se alcancen no implican una alteración del orden político o constitucional vigente. La violencia ha estado, sin embargo, presente en la sociedad vasca durante mucho tiempo y no puede sostenerse que el fin de ETA supone la extirpación radical e inmediata de todas sus influencias y legitima de inmediato un avance soberanista sin límites.

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